SOLEDAD

Reconozco tu grandeza,
sufrida huésped que
-a cambio de mis derrotas-
no pagas inquilinato alguno
por la morada que te presto,
este domicilio traidor,
silenciosa fortaleza de un tiempo
que algún día abandonaré, muerto.
Gracias por tu playa de invierno,
tu cielo color estaño,
tus maderos de palabras,
tus olas con sabor a nada.
Me das la libertad para el juego
pero me atas siempre a la memoria.
Me ofreces la sombra de tu cuerpo
siempre disfrazada de virgen,
ceñida lencería de acero
y piernas abiertas de silencio.
Sabia tirana cuyo discurso
siempre está por escribir.
Mosca molesta que te acercas
zumbando al calor de la desgracia.
Estufa de borrachos, a quienes
calientas a base de indiferencia.
¿No te bastó ya
con ser reina de mi juventud,
sabiendo que serás una tormenta
en mi vejez, atesorando lamentos?
Gracias, pero no salgas
más de tu oscuro cuarto,
ingrata compañera de condena.
© Bernardo Bersabé
Madrid, 9 de enero de 2006
3 Comments:
No hay ingratas compañeras, es la soledad el animal salvaje, que muere antes de ser domesticado.Gran poema compañero.
4:16 a. m.
Muchas gracias, Blanquita. Parece ser que mi voz de perro y zángano acumula ladridos frente a las casetas de un inoperante silencio. Seguiremos ladrando. Muy alto!!! Un beso.
4:06 p. m.
Estoy contigo, compañera. Las ingratas compañías no son más que el propio aliento cuando pretendemos abrigarnos del frío de nuestra propia soberbia. Un beso y más poemas (sabes que te admiro).
4:10 p. m.
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