jueves, julio 10, 2008

MOMENTOS DE CARTONPIEDRA

Saber elegir el momento de parar es protegernos del peligro, leí alguna vez en algún lugar lejano. Hace tiempo dejé de ser un ser sin nombre para comenzar a ser un hombre que camina con pies de plomo sobre la lumbre del mundo. Porque hay rincones que escupen verdades, olas que traen a la orilla el vacío, informes de oficina con la debida nostalgia y lenguas que trasladan con su lúbrica humedad las palabras más dolorosas.
Porque tú, mi querido ahora de cemento, sabes elegir el tiempo adecuado para respirar pausadamente y a la vez jadear con destreza animal; para creer en la muerte, en el vacío, en la seguridad neutra del ojo ciego, ese que tan sólo se atreve a ver y aceptar lo cierto.
Pero hay también vientres confusos, lágrimas que surgen sin causa, trenes que llegan a deshora a pesar de los programas de fidelización y feligreses que plantean sus quejas a un árbol.
Lo que quiero decir, en definitiva, es que he dejado de escuchar la música loca que se escapaba por tu ventana rota desde ese simulacro de nido.
Recuerdo haber leído –tampoco sé ni cuando ni en qué lugar- que aquel que permanece donde ha encontrado su verdadero hogar perdura largo tiempo y aquel que muere pero no perece disfruta de la verdadera longevidad.
Madrid, junio de 2008