jueves, abril 26, 2007

SOL Y SOMBRA

A Alicia Martínez Villoslada
Existe un tipo de majestad remisa a anunciar la gloria de su estirpe y que no da tiempo para despedidas ni saludos al ruedo. Esa misma –la que tanto da como quita- había querido llevarlo a morir allí: apoyado en la puerta que tantas veces lo alzó al cielo y que ahora tañía desde su oquedad la obertura del infierno. La muerte, hecha allí cornamenta, despedazaba el aire en su última embestida.
Frío y altivo como asta de toro, con su esbelta arquitectura de torero. Tendido en el suelo. Ojos de mármol, mirando al cielo. La sombra del valiente sobre sus pantorrillas. Abierta una herida sin dolor para la que ya no había cura.
Te arrimabas tanto al toro como a la barra de los bares. Y es que jamás le tuviste miedo a la muerte. Día a día ibas jugándote la vida entre aplausos y bramidos de botellas, agotando con cada trago el vaso del tiempo...
Y al final, esta muerte tan perra, corneado siempre por la vida, los sueños y las deudas. Pidiendo la venia antes de tiempo. Oliendo a vino y vestido de oro y seda.