martes, diciembre 11, 2007

BAROMETRO HUMANO

A Cristina Caja, termómetro vital de emociones confusas

“Volvió la lluvia. No volvió del cielo o del oeste. Ha vuelto de mi infancia...” (Oda a la lluvia) P. Neruda

Probablemente el ascensor sea uno de los lugares más insólitos en los que un ser humano puede hallarse a lo largo de su existencia: un espacio hermético que parece aproximar confidencias a banalidades y en el que, paradójicamente, los humanos hablan del tiempo.

Ayer mismo pude escuchar dos partes meteorológicos diferentes. El vecino del sexto, Damián, aseguraba con una vehemencia irrefutable que la lluvia cesaría –ya lo verá usted, joven- a partir del miércoles. La del tercero auguraba además una drástica bajada de temperaturas.

No. Nunca he entendido ese feroz empeño por hurgar en los cambios atmosféricos. He probado en otros bloques de viviendas y en todos se reúnen las mismas camarillas isobáricas para determinar el rostro que tendrá la tierra al día siguiente.

Hoy he subido hasta el ático con una mujer, tan silenciosa como atractiva, que se miraba tercamente las puntas de los zapatos.

Estoy perdido… -me he escuchado decir, tratando de resolver mi desasosiego.

Ella ha levantado los ojos y me ha mirado pausadamente de pies a cabeza con una ternura inesperada.

Con este tiempecito no se puede salir a la calle sin paraguas –me ha dicho cálidamente al oído mostrándome el suyo.

Era estampado; con mango de madera.

Bernardo Bersabé

Diciembre, 2007