viernes, noviembre 11, 2005

La minuciosa lentitud de los libros

"..decidimos ser libres para romper con una idea litúrgica del tiempo, definida por los ritmos cíclicos o por las verdades estancadas, y nos encontramos ahora, en la última estación de la carrera de nuestra modernidad, hablando del final de la historia, de sistemas perfectos y órdenes que parecen estar por encima de nuestra voluntad. ¿No parece hoy ridícula la idea de que el mundo puede ser transformado ? Ideamos artilugios para viajar más rápido, para agilizar el trabajo de las oficinas y aligerar mecánicamente las labores domésticas. Hemos acortado el diezmo de las obligaciones y ensanchado los años previsibles de la vida. Sin embargo es muy difícil encontrar hoy un desocupado entre nosotros. Los sabios apenas conocen la productiva pereza del retiro espiritual, asalariados en el tajo de los cursos de o verano y las universidades paralelas que derrochan el dinero que falta en las universidades estables. Los cargos públicos han perdido la envidiable grandeza de la ociosidad que antiguamente los definía; y si lo pensaran bien, dejando a un lado el prurito de mandar y figurar, se darían cuenta de que su calidad de vida es ínfima, de que hay personas que viven cultivando su jardín mucho mejor que ellos despachos, en sus reuniones, en sus inauguraciones. Con esto no quiero decir que los políticos sean hoy unos servidores abnegados del pueblo, porque tal y como está la política es imposible que llegue a mandar nadie que tenga sólo voluntad de servir. Por voluntad de servir no devora uno a sus propios compañeros, no se conspira internamente en los partidos, no se batalla en la elaboración de listas electorales. Por voluntad de servir no confunde uno las ideas políticas con un puesto permanente de trabajo. No, lo que quiero decir es que los políticos son siervos de su propia mentira y tienen una idea errónea de lo que significa ser felices. Por ejemplo, todos viven bastante peor que yo. Sé que nadie me envidia, pero tampoco necesito la envidia ajena para vivir ".
¿Por qué no sirve para nada la poesía?. Luis García Montero. 1992